Vidas de extraños II - ALAS

Las puertas se abren de par en par.

La brisa que entra de golpe obliga a Alejandro a entrecerrar sus ojos. Él iba de salida, desconcertado por la fría despedida que acababa de recibir de su novia, quien estaba a punto de despegar hacia el otro lado del mundo por los siguientes ocho meses. Lo que Alejandro no sabía era que ella no tuvo el valor de besarlo por última vez. No después de lo que hizo.

Caminé hasta la ventanilla de información y me formé en la misma fila donde se encontraba Leandro, un niño de cinco años que no podía contener su emoción por subirse a su primer avión. Él estaba seguro que cuando entrasen a las nubes iba a encontrar el escondite de los dragones y que, al hacerlo, se convertiría en el científico más famoso del universo.

Porque… ¿qué hacen los científicos sino descubrir cosas que antes eran inconcebibles?

Al llegar al check-in, Andrea revisa mis documentos sin prestar mucha atención. Mientras sus dedos tecleaban automáticamente, su cabeza no dejaba de reproducir, una y otra vez, la espantosa expresión que tomó el rostro de su hijo cuando le dijo que iba a divorciarse de su héroe. ¿Será posible que la pueda perdonar?

Ahora esperando en la sala de embarque, no pude evitar sonreír al ver las medias tan graciosas que Sofía se había puesto, justo después de empacar toda su vida en una simple mochila. Estaba lista, o al menos eso creía, para lanzarse a mil mundos y abandonar el único que conocía.

El altavoz llamó a bordo y muchos cuerpos se levantaron de sus asientos. Todos dispuestos a partir y elevarse en un par de alas metálicas.

A veces escribo cartas...

y te cuento cosas que me emocionan. Si te gustaría recibirlas, suscríbete aquí: